domingo, 6 de julio de 2008

Se acabó la espera

En griego, "regreso" se dice nostos. Algos significa "sufrimiento". La nostalgia es, pues, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar. La mayoría de los europeos puede emplear para esta noción fundamental una palabra de origen griego (nostalgia) y, además, otras palabras con raíces en la lengua nacional: en español decimos "añoranza"; en portugués, saudade. En cada lengua estas palabras poseen un matiz semántico distinto. Con frecuencia tan sólo significan la tristeza causada por la imposibilidad de regresar a la propia tierra. Morriña del terruño. Morriña del hogar. En inglés sería homesickness, o en alemán heimweh, o en holandés heimwee. Pero es una reducción espacial de esa gran noción. [...]
La epopeya fundadora de la nostalgia, nació en los orígenes de la antigua cultura griega. Subrayémoslo: Ulises, el mayor aventurero de todos los tiempo, es también el mayor nostálgico. Partió (no muy complacido) a la guerra de Troya, en la que estuvo diez años. Después se apresuró a regresar a su Ítaca natal, pero las intrigas de los dioses prolongaron su periplo, primero durante tres años llenos de los más fantásticos acontecimientos, y, después, durante siete años más, que pasó en calidad de rehén y amante junto a la ninfa Calipso, quien estaba tan enamorada de él que no le dejaba abandonar la isla.
Hacia el final del canto quinto de La Odisea, Ulises dice: "No lleves a mal, diosa augusta, que yo bien conozco cuán bajo de ti la discreta Penélope queda a la vista en belleza y en noble estatura. (...) Mas con todo yo quiero, y es ansia de todos mi s días, el llegar a mi casa y gozar de la luz del regreso". Y sigue Homero: "Así dijo, ya el sol se ponía, vinieron las sombras y marchando hacia el fondo los dos de la cóncava gruta, en la noche gozaron de amor uno al lado del otro". [...]
Sin despertarlo, los marinos de Feacia depositaron a Ulises envuelto en sábanas en la playa de Ítaca, al pie de un olivo, y se fueron. Así terminó el viaje. Él dormía, exhausto. Cuando se despertó no sabía dónde estaba. Pero Atenea despejó la bruma de sus ojos y a él le embargó la ebriedad; la ebriedad del Gran Regreso; el éxtasis de lo conocido; la música que hizo vibrar el aire entre el cielo y la tierra: vio la ensenada que conocía desde la infancia, las dos montañas que la rodean, y acarició el viejo olivo para asegurarse de que seguía siendo el mismo de hacía veinte años.
La ignorancia, Milan Kundera.

PD: Lo siento. Estuve en un lugar en el que las nuevas tecnologías aún no existen. Pero he vuelto.